lunes, 4 de abril de 2016

LA CASA DE LAS HERMANAS PEÑARANDA


Joaquín García Reillo


Somos afortunados, vivimos en un lugar de personajes legendarios y de leyenda, paseamos por calles cargadas de historia y convivimos con personas tan interesantes como Don Joaquín, que nos habla de todo lo que ha conocido a lo largo de su vida y no ha sido poco. No sólo sabe la historia de los personajes que por aquí anduvieron, también de sus viviendas y una de la que nos ha hablado es 
la de las hermanas Peñaranda.
Esta casa fue comprada a principios del siglo XIX por don Gregorio Peñaranda, casado con doña Micaela Baillo Martínez de Marcilla. Matimonio que la dejó en herencia a su hijo Ignacio quien casó con Carmen Lima Campos, siendo padres de siete niñas y dos niños

FAMILIA PEÑARANDA



Lola y Antonia, casadas, marcharon a vivir al pueblo de la abuela, Valencia de Alcántara, donde tenían casas y familia.
Leandra profesó monja ingresando en un convento.
Ignacio llegó a ser militar, como su padre
Francisco, algo "tarambana", con la ayuda de la familia consiguió emplearse como administrador del marqués de Corbera, ministro de Fomento.
Aquí quedaron Carmela, Micaela (literata que llegó a conseguir algún premio literario), Victorina y Luisa. Estas cinco hermanas, solteras, llevaron una vida austera y monacal dedicadas a la atención de personas pobres en su casa, encargándose cada una de ellas de una función determinada. Según don Joaquín nos cuenta, Carmela era la encargada de la cocina; Victorina del ropero (conseguía ropas que después se encargaba de repartir); Micaela asesoraba en cuestiones administrativas a quienes de estos temas no entendían, daba clases a pequeños y a los quintos que irían a la mili en breve para que pudieran escribir a sus novias; Luisa, la pequeña, ayudaba a las demás y fue la que continuó con esta loable labor a lo largo de toda su vida.

Luisa Peñaranda

Con el tiempo, cuando las hermanas murieron, esta mujer siguió con su obra humanitaria en Caritas, más con la edad llegó una delicada salud y el consejo de marchar a Madrid para recuperarse. Ante la negativa a abandonar el pueblo, y con ello su dedicación a los pobres, se consiguió que varias monjas de la congregación "Hijas de la Virgen de Formación Cristianas", comúnmente llamadas Formacionistas, viniesen a vivir con ella, acompañándola en esa labor impagable a la vez que la cuidaban.


Intentaron, y lo consiguieron, que un médico las auxiliase de manera totalmente altruista pasando consulta a los más necesitados. También lograron, con ayuda de don Gregorio, que les cedieran unas dependencias en la casa de una familia conocida. En esos momentos estaba deshabitada y aceptaron cederlas. Allí ubicaron un despacho, una consulta y un pequeño dispensario hasta el momento en que aquella familia benefactora necesitó la propiedad, siendo entonces cuando se vuelve a abrir la casa de los Peñaranda, habilitando habitaciones para las monjas, dispensario, consulta, despacho....
para continuar prestando la atención debida a los más necesitados hasta que se marchan las monjas.
Poco tiempo después, la casa de las hermanas Peñaranda era desmantelaba.



Texto: Pilar R. de los Santos
Fotografías: Conchi Angora y blogs de la web

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